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Y fue Temito… luchemos contra el olvido




Por Werner Darío Féliz

A las 7:30 de la tarde del 28 de junio de 2020, en una camilla del Hospital de Cabral murió Leónidas Temístocles Féliz Suárez (Temito). Fue una muerte repentina, sorpresiva, que impactó a todo un pueblo. Aquella tarde terminó con él todo un derrotero cultural-social que había iniciado más de cincuenta años antes y había posicionado en la senda de la nación a las emblemáticas Cachúas de Cabral. 



El inolvidable Alfredo Féliz fue, indudablemente, el jefe de jefes más impactante en todos los pueblos cercanos a Cabral. Su grupo llevaba alegría a Polo, Salinas, Barahona, Cristóbal y lugares de la costa. Ellos fueron los creadores de las actividades más importantes de las festividades -quema del Júa y repique en el cementerio- y respetaron, promovieron e hicieron cumplir los códigos Cachúa. El recuerdo de Alfredito debe ser imperecedero. 

En el apogeo local de Alfredito surgió Temito. En el momento en que los investigadores comenzaron a estudiar la expresión cultural Cachúa, fue Temito quien se encargó de proyectarla en el ámbito nacional. Desde su condición de estudiante en Santo Domingo comenzó a llevarla al ámbito nacional. De su mano se comenzó a dimensionar su particularidad, la diferencia de su careta, su disfraz y fuete. Fue con él que en 1983 se trasladaron a Santo Domingo y al 2019 recorrían la geografía nacional. Él se encargó de comprenderlas, de promover su nombre, de hablar de su historia. 

Con Temito se internacionalizó la expresión. Cuba, Aruba, Haití, Colombia, Puerto Rico, New Jersey y New York conocieron a Las Cachúas. En cada lugar dejó su impronta. En algunos sitios no solo impartió talleres, sino que algunos grupos subsisten y lo emulan. 

Temito terminó la medicina, pero no se quedó en Santo Domingo, sino que se fue a Cabral. Allí dio rienda suelta a su amor. No era médico, era Cachúa: la medicina era una forma de ganarse la vida, el ser Cachúa era vivir. Su casa era un espacio de artesanía, su cotidianidad era de una Cachúa, su nombre era sinónimo de cultura. Todo el año él era una Cachúa. Su sonrisa, eterna, se ensanchaba al hablar de ellas. Se transformaba vestido de ellas. Se transportaba sobre las tumbas homenajeándolas a ellas, a los hombres y mujeres que sentaron las bases de tan extraordinaria expresión cultural.

Marchó Temito. Dejó tras sí, como Alfredito, aunque diferente, toda una trayectoria, unas nuevas Cachúas, un legado cultural. Nos toca ahora recordarlo. Nos toca ahora subirnos a una tumba, real o imaginaria, y elevar nuestros fuetes, repicar y rendir el homenaje que merece, como él lo hizo por Alfredito, Cano y otros. Nos toca apostar contra el olvido e inculcar en nuestros jóvenes nuestra cultura, lo que somos, lo que nos hace únicos, lo que nos caracteriza. 

Este lunes cinco de abril, entre cinco y seis de la tarde rindamos homenaje a Temito, y con él a Alfredo, a Belén y a todos y todas Las Cachúas fallecidas. Sintamos henchir nuestra identidad cultural, dejemos surgir el amor por la tierra. Un recuerdo, un silencio, un puño en alto, un fuete, una sonrisa. Una explicación a nuestros hijos e hijas de lo que representaron esas Cachúas ya idas, de lo que somos.  

Estaré sobre la tumba de Temito.     

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