Radiografía de un carnaval (II).
Por Werner Dario Feliz.
En medio de aquel amasijo humano, aquella multitud, en la que muchos que interactuaban en ella eran los llamados a contribuir con sus soluciones, fueron aflorando poco a poco y casi a la fuerza las comparsas. Sin fluides alguna, atrapados por los flancos, lograron a duras penas llegar al pequeño círculo que la multitud les había dejado. Fue allí que se hizo encantadora las muestras culturales del pueblo y los grupos de Cachúas.
La presencia en la apertura del desfile de los Cano, encabezados por Aracelis, fue una nota cultural transportadora, pues ellos no solo encarnan el legado de su padre, sino que ella misma es un legado. Con ella una veintena de familiares, hijos y nietos, hasta los pequeñines en cochecitos, danzaron y jugaron al ritmo de la música.
La presencia del rey momo-rey cachúa y la reina fue exquisita, con un vestuario hermoso, colorido, atrayente y bien logrado.
Cada representación que siguió aportó su contenido. El bastón ballet trajo su baile, que a duras penas pudieron ejecutar y su vestuario rojo resaltaba, acompañado de su coreografía y las niñitas que jugaban con la batuta. Las Cachúas de Cano, Las Cachúas de Dilcila Liborio, Las Cachúas de Temito, Las Pineda, Años Dorados y Las Cachúas de Guelo, todos metidos de lleno en la festividad y con sus trajes de cachúas vistosos aportaron al cachuísmo en el desfile.
Algunas comparsas evocaron la tradición, como los palos, que nos transportaron a esos bailes tradicionales propios de tradición del pueblo.
Varias comparsas evocaron el sentimiento patrio, como las cachúas de la bandera y la fuerza aérea dominicana, que traía consigo un helicóptero fabricado en madera y papel, realizado con mucho esfuerzo y poco tiempo. Caminero hizo lo propio con sus padres abandonados, una sátira bastante teatralizada de las condiciones de ellos. Hay que sumar el bastón ballet de Miminga, quien agregó elementos de vestuario y coreografía, confeccionados por ella, que denota dedicación y entrega.
Algunas comparsas fueron extraordinarias, fantasía de un carnaval. Las que mostraron una creatividad maravillosa, cargada de colorido, fantasía, coreografía y ritmo. Se suma a esta esponjitas de colores y pan y café.
Otras comparsas del pueblo pueden quedarse en esta radiografía, pues solo relato lo que pude ver. Tampoco me adentraré en las foráneas, cuya calidad ya es conocida. Me detendré, sin embargo, en los caneiros de Independencia, pues el sureñismo no se puede pasar por alto. Estos jóvenes fueron una verdadera atracción, con su coreografía y sus trajes coloridos que evocaban los animales y aves propios del lago.
En definitiva, fueron tantos los puntos positivos en las comparsas, su vestuario, fantasía, coreografía y muestras vernáculas, que lograron opacar la marea humana que intentaba tragarlos, sustituirlos. Un pueblo hermoso en dimensión creativa se abría ante los presentes.
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