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Palabras del mayor general Eduardo Alberto Then, Director General, Policía Nacional, con motivo del día de San Judas Tadeo, Santo Patrono de la institución.




Buenos días.

Señores y señoras.

Hoy es un día memorable para todos nosotros activos y pasivos, porque recordamos y celebramos con gran satisfacción la fecha de nuestro venerado Patrono, San Judas Tadeo, mentor de las causas difíciles y desesperadas, guía espiritual de nuestra institución, la Policía Nacional.

Al congregarnos en este digno y solemne lugar, es propicia la ocasión para seguir las huellas trazadas por ese gran apóstol de Cristo, legado inmortal que todos debemos emular, en el desempeño de las tareas que tenemos por delante.

Ciertamente, estamos de júbilo, pero comprometidos, hoy más que nunca, para enfrentar los desafíos que nos deparan las actuales circunstancias, de llevar a puerto seguro la nave de las reformas, tocantes a la real transformación de nuestra Policía Nacional.

Los hombres y mujeres de buena voluntad, deben viabilizar el camino hacia esa transformación, profunda e integral, sin parches ni trapisondas, como lo espera el país, visión y misión que ha asumido con suma entereza nuestro Presidente Constitucional, Luis Abinader Corona, Autoridad Suprema de las Fuerzas Armadas, la Policía Nacional y los demás cuerpos de seguridad del Estado Dominicano, al dejar clara en ese sentido, su expresa voluntad política, de lograr la verdadera y real profesionalización de la institución policial.

Nuestro cuerpo civil armado debe reflejar ante la sociedad dominicana un mayor grado de confianza y desde la Dirección General de la Policía Nacional encaminaremos esfuerzos para lograrlo, con la ayuda de Dios, porque estamos comprometidos con esos nobles propósitos de interés nacional, de garantizarle al país plena seguridad ciudadana, permitiendo vivir en paz y tranquilidad, como seres humanos civilizados.

Señoras y señores, en el horizonte no tan lejano veremos los cambios de las viejas estructuras policiales, carcomidas por la indiferencia y el contubernio de oficiales, que se recostaron en la comodidad de sus oficinas y el silencio cómplice de gobernantes, para obstaculizar la reforma policial 

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