Maduro adelanta la Navidad.
Nicolás Maduro vuelve a mostrar su rostro más implacable ante la comunidad internacional y su propia nación, haciendo una vez más el ridículo. A medida que las sanciones internacionales se intensifican y su entorno cercano comienza a sentir los efectos de la presión, el dictador busca desesperadamente mantener el control sobre una población cada vez más desencantada. El reciente decomiso de su lujoso avión personal en República Dominicana, un Dassault Falcon 900 que solía ser el símbolo de opulencia de la primera dama Cilia Flores, marcó un nuevo capítulo en la saga de sanciones que ha perseguido al régimen chavista. Las razones tras estas medidas son contundentes: narcotráfico y crímenes de lesa humanidad.
La respuesta del Palacio de Miraflores no se hizo esperar. En un intento por desviar la atención del escándalo y evitar que la noticia del avión capturado se convirtiera en otro clavo en su ataúd político, Maduro lanzó una serie de medidas que bordean lo surrealista. El anuncio de adelantar la Navidad al 1 de octubre fue quizás el más llamativo. Aunque no es la primera vez que el régimen juega con el calendario para manipular la percepción pública, esta vez la maniobra se sintió más como un acto desesperado que como una estrategia calculada.
“Septiembre ya huele a Navidad”, proclamó Maduro en su mensaje televisado, una frase que resonó en un país donde el espíritu navideño ha sido opacado por la crisis económica y la inestabilidad social. El intento del régimen de vestir con luces navideñas un país sumido en la oscuridad, tanto literal como figurativamente, solo subrayó la desconexión entre la realidad del pueblo venezolano y las fantasías propagandísticas del chavismo.
Pero la ofensiva del régimen no se limitó a lo simbólico. En un movimiento que muchos interpretan como un preludio a una represión más severa, la fiscalía emitió una orden de arresto contra el candidato presidencial Edmundo González Urrutia, quien recientemente derrotó a Maduro en las urnas. La acusación, repleta de cargos que van desde la usurpación de funciones hasta la conspiración, refleja el pánico del régimen ante la creciente oposición.
La pregunta que ahora se cierne sobre Venezuela es: ¿Hasta dónde está dispuesto a llegar Maduro para preservar su poder? Con la sombra de otros dictadores latinoamericanos, como Daniel Ortega, planeando sobre él, el escenario de un exilio forzado para González Urrutia no parece descabellado. La historia reciente nos muestra que, en su desesperación, los dictadores recurren a medidas cada vez más extremas.
Mientras tanto, la persecución contra los opositores continúa, y cada vez más líderes son encarcelados o forzados al exilio. El chavismo, en su intento por desmantelar cualquier forma de resistencia, está llevando a Venezuela a una encrucijada peligrosa. La comunidad internacional observa con preocupación, mientras el país se sumerge en una crisis política de proporciones épicas.
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